la mano de René hierve en las llamas
pero él duda del dolor
y gusta de ver pasar a sus autómatas
cuatrocientos años después
una mujer aferra
el monedero en el subte
y un hombre mastica
a contrapelo del hastío;
le parece bien morir de a poco
se abandona
afuera, sobre las antenas
un ave inclina el cuello y observa
tristemente
a estos mamíferos
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